No podíamos tener más suerte, habíamos ganado unas rondas de cerveza en el bar y llegando a casa de poncho nos encontramos a su madre ebria y semidesnuda en la cama, asi que no podíamos desaprovechar la oportunidad y le dimos una tremenda manoseada en las nalgas y al final se las dejamos escurriendo de lefa, una noche inolvidable
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